lunes, 21 de marzo de 2011

ESTOY DESNUDO

Hace más de un año compré este libro de relatos en la Librería Oriental de Madrid, curiosa librería especializada en libros de Asia, África y Oriente Medio, en Lavapiés. Estaba buscando el KOJIKI traducido por Carlos Rubio y Rumi Tani Moratalla, de la editorial Trotta, y como no quedaban ejemplares me fijé en el título de este libro de relatos: ESTOY DESNUDO. Es lo que decía mi padre cuando yo, de pequeña, abría la puerta de su habitación. Por supuesto nunca le vi desnudo. Era un chiste particular que me hacía porque a mi me daba mucha vergüenza que me vieran desnuda y le hacía gracia verme enrojecer cada vez que escuchaba la palabra desnudo o alguno de sus derivados: desnudez, desnudarse, desnudador. 'Jack el desnudador' era su nombre de guerra. 

Pues bien, ese es el verdadero motivo por el que compré este libro, por un recuerdo sentimental. Siempre hay alguna pequeña o gran motivación que nos lleva a hacer determinadas acciones. Encargué el Kojiki y, para no irme con las manos vacías, me llevé este bajo el brazo. Al llegar a casa tecleé en google el nombre de su autor: Yasutaka Tsutsui. Me gusta saber con quién comparto mi tiempo, quién es el escritor con el que paseo, el que duerme a mi lado. El señor Tsutsui es un escritor prolífico, uno de los mejores novelistas japoneses de ciencia ficción, además de actor. Ha ganado la mayoría de los grandes premios de las letras japonesas: Tanizaki (1987), Kyoka Izumi (1981) y Yasunari Kawabata (1989) .  De 1993 a 1996 inició una huelga para protestar contra la censura de las editoriales japonesas y decidió publicar sus textos vía internet. Muchas de sus obras han servido de guión para gran cantidad de mangas y animes, como su novela PAPRIKA (1993). 

Yasutaka Tsutsui abre las puertas de su imaginario en sus textos, todos ellos de una perfección inusitada. Su onirismo obsceno, sus lugares mágicos y lejanos, o sus personajes radicales, rebeldes, esos que necesitan gritar al mundo japonés: déjese de tanta reverencia, que yo lo que quiero es cortar dedos para explicarle al mundo que ellos me han hecho una mala persona... Compartir con él las horas de café, o unas páginas antes de ir a dormir, supone abrirse a su mundo en seis dimensiones. Es sorprendentemente crítico, cómico y hábil. Me encanta reírme con él. Cuando leía Articulaciones, uno de los relatos de este libro, algunas personas que me veían en el metro pensaban que estaba exagerando mi hilaridad o que, simplemente, me faltaba algún tornillo. Tiene una técnica magistral de imbuirte en sus mundos y no dejarte escapar. Una vez que entras en su juego ya solo puedes jugar. Os pongo en antecedentes: En Articulaciones un hombre, trabajador japonés vulgaris, es enviado al planeta Mazang como Embajador para conseguir  intercambiar  uranio por sal. Él no quiere ir a Mazang, los pocos terrícolas que han ido no han vuelto, pero su jefe le obliga a no dejarles tirados debido a que es un hombre que tiene gran facilidad para hacer crujir sus articulaciones, forma de comunicación de los mazanguianos. Aquí añado algunos subrayados del relato en cuestión:

Hay ocasiones en las que hay que hacer crujir varias veces la misma articulación. En la mayoría de ellas, se emplean las articulaciones que más suenan; por ejemplo, si se hace crujir cuatro veces, dos a la derecha y dos a la izquierda, la raíz del dedo índice, quiere decir "perdón", o "discúlpeme". Pero esto resulta muy difícil para los terrícolas, y, en mi caso, muchas veces no puedo hacer crujir la raíz por segunda vez. Si no suena la segunda vez a derecha e izquierda, el significado se transforma en: "¡Haz lo que quieras!"; y si sólo falla la izquierda, significa: "¡Qué te zurzan!". Si es la derecha la que no suena se torna en: "¡Vete por ahí!". Por todo ello me ejercité en todo mi empeño. Si fallas, aunque tengas intención de disculparte, se interpreta como que buscas pelea.

Así que este hombre es entrenado para hacer crujir sus articulaciones y poder comunicarse con los mazangianos, aunque por motivos genéticos, le es imposible hacer crujir determinadas articulaciones con facilidad y mucho menos varias veces seguidas. Cuando llega al planeta todos dan la bienvenida al hombre vulgaris, nuevo Embajador de la Tierra, y empiezan las negociaciones y envíos de uranio y sal hasta que una nave de rebeldes secuestra una nave de uranio con destino a la Tierra y mata a los tipulantes de Mazang que comandaban esa nave. Nuestro hombre entonces, obligado por las coordenadas que le da su jefe desde la Tierra, tiene que mentir al gobierno de Mazang y convencerles para seguir con el intercambio de uranio y sal, puesto que de no ser así, él nunca más podría volver a la Tierra. A partir de ahora, incluyo otro de mis subrayados del este relato, totalmente desternillante, y que, en el fondo, me da pena no conseguir lo que consigue el autor con su relato, pero necesario para entender la capacidad y habilidades de Yasutaka Tustui, este escritor japonés que descubro y que a su vez deseo no esté desnudo, sino protegido con un abrigo de pelo, ahora que en Japón hace frío y la tristeza y el miedo invade las calles y a sus habitantes después de Fukishima. Esperaré con deseo y fervor el próximo libro que traduzcan, aunque esto de los libros, cada día anda peor:

Yo me apresuré a dar un paso adelante y le dije al Primer Ministro: 
-La buena fe, le pido que la tenga. -Excepto el Primer Ministro, todos los demás miembros del Ejecutivo mostraban un semblante que parecía indicar que estaban de acuerdo con las condiciones que yo había expresado. Pero yo tenía cada vez más articulaciones que no me sonaban-. Esa buena fe me saca sangre. El Gobierno de la Tierra no es más que un ogro ¿está caliente? Si, lo está. Lo que no hay es eso El desnudo es natural.. Eso es uno de nada. Sí, sí hay algo. Como todos se han quedado sin lágrimas, eso es todo. Como lo tienen, no se preocupen, porque todos vosotros sois gilipollas. Como nosotros no estamos mirando, una forma de decirlo no se puede decidir de antemano. ¡Eh! Esto es. ¡Hola! Disculpen, pero lo que estoy hablando ahora se acerca a una gilipollez. 
(...)
Yo perdí la serenidad. Si dejaban de enviar uranio a la Tierra, se acabaría el Gobierno actual y, en consecuencia, yo no podría regresar jamás. 
- Espere, espere un montón. Esto, espere esto y aquello. Los pelos de mierda de las personas que van cambiando. En cualquier caso está bien recibir lo de ahora. Dénoslo. Esto, el viejo verde tal cual no va a cambiar. Es apesta, tú. El que disimula ¿es la mujer de estos tiempos? ¿Es un retrete? 
Me falló la articulación de la muñeca derecha y me fracturé el hueso del dedo corazón de la mano izquierda. Me retorcí por el intenso dolor. Pero no podía dar por finalizado el asunto así como así. Como fuera, tenía que producir el sonido correspondiente a "uranio", que tan problemático me resultaba."

Por supuesto el arte del relato poco tiene que ver con el arte del ensayo, y donde aquel se va construyendo sobre la marcha, una frase apoya a la siguiente, y a su vez cada parte constituye un todo, en el ensayo las frases son totalmente comprensibles sacadas de contexto, subrayado de párrafos y frases cortas nos dan la idea exacta de qué trata de contar el ensayista. Recomiendo a los lectores, como yo, que lean entonces los relatos ignorando mis subrayados, puesto que como todo, esto no son más que aspectos subjetivos de mi lectura y mi mundo. El Primer Ministro mazangiano está a punto de morir tratando de contener la risa al escuchar a nuestro hombre vulgaris, para ellos Embajador de la Tierra. Por supuesto la incomunicación es un gran mal de nuestro tiempo, y cierto es, que cuanto uno más trata de que le entiendan, menos lo consigue, aunque su pensamiento siga intacto y coherente en el cerebro. Hay ocasiones que por mucho que queramos, nos vemos incapaces de expresarnos con el lenguaje que desearíamos. En conclusión: hoy terminé, por fin, ESTOY DESNUDO, Atalanta, 2009. Ahora descubro que la misma editorial ha publicado otro de los libros de relatos de Yasutaka Tsutusi: HOMBRES SALMONELA EN EL PLANETA PORNO, Atalanta, 2008. Me voy corriendo a la Casa del Libro a ver si todavía quedan ejemplares, pues a estos autores no suelen reeditarlos y sin embargo reeditan a autores españoles del boom, pese a su calidad literaria, porque los editores juegan hacer tiradas tan pequeñas que es fácil hacer segundas y terceras ediciones. Estoy pensando que a partir de hoy voy a empezar a hablar con las articulaciones a ver si consigo que, por lo menos, los mazagianos me entiendan. Ahí van algunos textos de Yasutaka, para los que sepáis leer en inglés. Disfrutad de la lectura. 

jueves, 17 de marzo de 2011

EL ESTADO DEL MALESTAR

Llevo dos días leyendo este libro: EL ESTADO DEL MALESTAR, Capitalismo tecnológico y poder sentimental, Península, 2011En contraposición al estado del bienestar, el título me parece muy sugerente porque realmente en estos momentos de crisis y pérdida de muchos valores nos sentimos un poco (o mucho) molestos con todo lo que nos rodea. Me molesta no solo la pérdida de referentes, sino algo tan sencillo como la gente que no se lava, porque desde que no se puede fumar en los bares, se nota más su olor a sudor. Y sin embargo el otro día lo hablaba con mi amigo C, ¡qué gran ahorro de agua sería! Son las contradicciones del propio sistema. 

Raúl Eguizábal su escritor, es profesor de Teoría e Historia de la Publicidad en la Facultad de Ciencias de la Información de la UCM, donde estudié, aunque no me llegó a dar clase. Raúl Eguizábal, por supuesto como su nombre indica, es de descendencia vasca, no como yo que soy de descendencia dickensiana, aunque poco tenga que ver con el gran Dickens. Pueden teclear su nombre en google e informase de su trayectoria académica. 

Aunque parece un dato baladí, no lo es tanto, pues por medio vasco y por profesor su mirada hacia el mundo que le rodea es crítica y rica en perspectivas. Eso hace que su último libro sea ameno, ágil de leer, académico y muy informativo. Realmente es uno de esos libros que enganchan lo suficiente como para preferir su lectura antes que pasar un rato con alguien, por muy amigo que sea, hablando sobre el sexo de las plantas. Varios capítulos han llamado especialmente mi atención, puesto que llevo meses cuestionándome esto: ¿El capitalismo está dando los últimos coletazos? ¿Está mutando en algo diferente? El señor Eguizábal responde con suma maestría y claridad a mis preguntas. Entresaco algunos de sus párrafos, dando las gracias al autor y al editor de antemano, para que comprendan de lo que estoy hablando: 

A partir de las décadas de 1950 y 1960 se instaló un período de bonanza económica y progreso técnico, aunque también de una sociedad basada en el consumo y el crédito, dominada por los antivalores del gasto dispendioso, del individualismo, del culto a los objetos, del narcisismo y el egocentrismo, del fin de las utopías. Ahora, con el cambio de milenio, la nueva gran depresión y la amenaza del orden tecnológico nos parece que estamos perdiendo algo; pero ese 'algo' es, no conviene alejarse demasiado de esa certeza, el mundo basura de la comida rápida, la especulación económica, la corrupción política, la pornografía emocional y la falsificación de los sentimientos. Bajo la apariencia de un mundo más seguro estábamos dando forma a uno cada vez más frágil y complejo; más frágil por cuanto más complejo. (...) 
La Gran Crisis abre un enorme campo de incertidumbres y de posibilidades, pero no parece que entre ellas se vislumbre la desaparición del capitalismo, sino la transformación del capitalismo de consumo en un nuevo estado: el capitalismo tecnológico. Esta nueva forma de capitalismo no se basaría en la posesión de mercancías, sino en el control de la información, el carácter virtual de los escenario y el mercado de intangibles.

Me gusta subrayar aquellas frases que expresan un pensamiento y que hablan de grandes verdades. Preguntas que me hago, y seguro que muchos os hacéis, nos hacemos cuando le dedicamos unos minutos a la problemática del sistema que nos rodea. Si el título es sugerente no lo es menos el subtítulo. Los libros de ensayo es lo que tienen, que deben ser precisos, claros, titulares del contenido casi informativo que contienen. Es donde menos se debe notar que están tratando de vendernos un libro, sino un pensamiento, algo intangible. No pasa lo mismo con la novela o la poesía. En el ensayo eruditos o entendidos en una materia nos explican cómo nació el autogiro o el estado o la teoría de cuerdas. Los buenos académicos sacan su libreta (hoy electrónica, o no) para apuntar datos sobre un artículo que acaban de leer, reflexiones sobre planteamientos de sus propios alumnos que les dan la perspectiva juvenil y otros eruditos de la materia, anteriores o contemporáneos.  Sigo añadiendo algunas frases de este libro que tengo entre manos, EL ESTADO DEL MALESTAR, porque creo que nos sirve para contextualizar el momento que vivimos:

Si el peligro tecnológico es la potenciación de las técnicas de vigilancia y control social, no hay más que pensar que no hubo en Europa un escenario más rigurosamente vigilado que en los tiempos de Hitler y Stalin. El giro ahora no sería, entonces, que la ideología se apoye en el desarrollo tecnológico ("comunismo es socialismo más electricidad", decía el lema revolucionario), sino  que la tecnología se convierta en una ideología, en la ideología dominante, es decir, que todas las formas y todas las relaciones estén sometidas al nuevo orden tecnológico.

No me cabe ninguna duda de que el señor Eguizábal ve con una claridad pasmosa, o por lo menos lo define, el resultado natural de las cosas que vivimos, crisis mediante, analizando todos los factores que nos han llevado a ella. Es ciertamente un estado de malestar que sentimos, que llevamos años sintiendo, quizás desde el 2008 e incluso antes. Por supuesto he subrayado muchas más frases, pues uno debe aprender de los buenos textos, pero no puedo o no debo, más por respeto al autor, poner muchas más frases. Alguna más aparecerán en próximas entradas del blog, cuando termine de leerlo. Pero tiene capítulos especialmente notables. Agradezco a este profesor que no tuve, pero que sí tuvieron algunos de mis compañeros, y me consta que es un magnífico teórico, su gran trabajo. Investigaré en otras de sus obras, aparte de su texto HISTORIA DE LA PUBLICIDAD, Eresma & Celeste, 1998, que no tuve más remedio que visitar durante mis años universitarios, aunque en aquella época me interesaba más desmelenarme en las pistas de baile que leer libros sobre historia. Mi cabello rojo siempre ha sido un objeto de culto, hipnótico, que muchos han venerado en la noche. Con los años el color se está apagando y ahora ya nadie lo mira, o por lo menos eso es lo que siento. Ya, por suerte, no soy un objeto de consumo; no me preocupa en absoluto: hay otras partes que también tienen pelo. Ahora solo me encierro frente a la máquina del placer: una pantalla de ordenador con conexión a internet, el espejo mágico donde todo es posible, aunque lo más posible es que todo sea mentira. Buenas noches a todos los que compartimos la tecnodemocracía de nuestros días. Nos deseo toda la suerte posible, y aun y así, será poca. 

I LOVE BOOKS

Mi nombre es Mayo Dickens. Soy una mujer de 37 años sin hijos, sin marido y sin novio (lo que no significa que sea fea). A veces, de vez en cuando, tengo amantes, mujeres y hombres. No tengo mucho que ver con el señor Dickens, Charles John Huffam Dickens, tan solo que los dos nacimos el mismo día, el 7 de febrero, que los dos tenemos padre inglés y que a ambos nos gusta leer. Por lo demás, por mucho que haya pretendido buscar en mis antepasados cualquier atisbo de conexión genética con el escritor de OLIVER TWIST, para justificar mis inclinaciones, ha sido imposible encontrarla. Reconozco que estos pájaros que silban por mi cabeza se deben, en parte, a las influencias de mi madre española. Imagino que ella ha estado toda su vida sintiéndose parte de la burguesía acomodada madrileña, curiosamente sin serlo. Claro que casada con mi padre, un ingeniero ambiental, que se codeaba con los ingenieros que discutían en las sobremesas sobre cómo cambiar el sistema energético para que todos viviéramos un poco mejor, le hizo creer que ella era parte de la élite de un país en decadencia. Según me cuenta un día cenó en la misma mesa que la mujer de Franco, dato, sinceramente, totalmente banal y superfluo, simple cotilleo de vaudeville.  Luego mi padre se cansó de la pretendida burguesita española y le confesó, cuando yo tenía 3 años, que me adoraba, pero que él no podía seguir viviendo en una España caduca y servil, aburrida, donde era difícil crecer si no comulgabas con el régimen o tenías apellido de acceso. Mi madre sin mediar palabra empezó a hacer las maletas pero antes de que las llenara con sus vestidos, joyas y sombreros de plumas, mi padre le dijo que él se iba solo. Mi madre no comprendía parte de esa frase. Se preguntaba qué sería de mí, tan pequeña, tan... tan... No supo qué decir. Mi padre la interrumpió para explicarle, pues sabía que de ese tan... suyo, no saldría nada bueno, que a mí nunca me faltaría de nada. Pero que ni a ella ni a sus maletas se las llevaría a ningún sitio.  Él incluso haría el esfuerzo de venir a verme de vez en cuando; Londres, a fin de cuentas, está a la vuelta de la esquina. Y este, en resumidas cuentas, es mi background. No tengo más hermanos, ninguno de los dos decidió repetir. Hoy mi padre vive en Nueva York con una mujer mayor que él, también ingeniera, después de probar con unas cuantas secretarias de ojos luminosos. Hablo por teléfono con él dos veces al año.  Mi madre se murió hace tres años de un cáncer de hígado, aunque curiosamente nunca le gustó el alcohol. Son cosas que pasan. Mi luto terminó hace un año aproximadamente. No es que la eche muchísimo de menos, pues no hablábamos demasiado, pero sí me gustaba escuchar la cantidad de incongruencias que era capaz de argumentar para justificar lo digna y burguesa que era, que insisto, no lo era en absoluto. Sí es cierto que tenía una forma de vida un tanto atípica: vivía del dinero que le daba mi padre -nunca dejó de pagarle una cuota mensual, ni siquiera después de que yo cumpliera 18 años- y de asesorar a sus amigas ricas sobre qué debían comprarse, cómo y dónde. Mi padre imagino que se sentía culpable, aunque nunca se lo he preguntado; es bastante parco en palabras.  

Yo estudié publicidad en la Universidad Complutense de Madrid, pero nunca ejercí como publicista. Trabajo en el centro de Madrid, pero no diré donde, porque creo que ya es desnudarme demasiado. Sí un dato importante: desde mi casa al centro tardo en llegar, en metro, 45 minutos, tiempo que, la mayoría de los días, dedico a leer. Siempre me gustó leer, como a Dickens y como a mi padre. Y siempre me gustó observar qué leen los demás. ¿Les suena ese tipo de visitante que entra en una casa por primera vez y se tira un rato mirando las estanterías para ver qué lee el dueño del lugar, para entender quién es ese que domina el territorio en el que está? Pues esa soy yo. Llego a una casa y me gusta mirar las estanterías para ver qué libros hay, para ver qué libros desconozco y podría leer, para romper la frialdad del principio de una conversación. ¿Así que te gusta el prolífico Italo Calvino? Y la persona responde: no, si ni los he leído. Cuando mi novia me dejó también se dejó los libros, y no he tenido ánimo para tirarlos. Me da pena. Ya, ni para leerlos, le digo. Bueno, algún día los leeré. 

Siempre me gustó hablar con los demás para ver qué pensaban sobre los libros, los escritores, el papel, los editores, el mercado editorial, y cuando más hablaba sobre esto, con personas que no tenían relación con el gremio editorial, me daba cuenta de qué poco sabían, y que yo tampoco sabía demasiado. Así que después de visitar muchas casas de amigos, familiares, conocidos e incluso desconocidos, después de observar con detenimiento sus estanterías de libros, en caso de haberlas, y de hablar con ellos sobre esos objetos por los que tanto cariño he sentido siempre, me he dado cuenta de que hacía falta un trabajo como este: un blog sobre una lectora neutra, un trabajo independiente, no partidista, sin empresas de por medio, donde se hable de literatura, de los escritores y de los libros; de las editoriales y de los grupos que las conforman y a quien pertenecen. No es que esto le vaya a aportar mucho al lector, pero lo suficiente como para ser crítico con lo que lee, con aquello que llega a sus manos. Que no se deje convencer por la publicidad del mercado, las estrategias del marketing, la publicidad viral... Sino que sean críticos y que compren aquello que realmente quieran leer, no algo que les hagan creer que quieren leer. 

En este espacio trataré sobre los libros que voy leyendo, y pocas cosas más de mi vida privada, que creo totalmente secundarias, excepto una presentación que se precie para que conozcáis mi perfil. No soy una lectora que lea un libro a diario, ni rápida, a veces incluso tardo meses en terminar un libro, o leo varios a la vez, incluso algunas otras he tenido que volver a empezar a leer un libro puesto que había olvidado de qué iba. Así que como veis ni tengo gran memoria, ni soy apasionadamente rápida, ni una devoradora de libros. Por eso muchas veces leo subrayando cosas que me gustan, que me resultan fascinantes: grandes frases dentro de los libros, ideas, imágenes... Eso es especialmente lo que quiero compartir. Algunos grandes fragmentos de libros que por arte de magia, regalos o por sugerencias llegan a mis manos. No trabajo para ningún medio de comunicación ni poseo ningún tipo de interés objetivo para que compren los libros de los que hablo, ni quiero hacer reseñas de ellos, pues para eso ya están las páginas de los medios culturales, periódicos, revistas, blogs literarios y otros. No. Simplemente decido elegir a los escritores con los que quiero pasar los ratos de mi vida. Ya sabemos que no es demasiado larga, aunque en algunos momentos nos resulte eterna. Es tal el amor que siento hacia ellos y ellas en algunos momentos de esos ratos que estamos juntos, que quiero compartir parte de esas lecturas y momentos de amor con aquellos que queráis compartirla conmigo. Solo espero que algunos fragmentos de los libros que leo con fruición, subrayo y comparto os aporten algo, y que alguno de esos libros llegue también a vuestras manos y podamos, con un café sobre la mesa (sin tabaco, que ya no dejan fumar en los sitios públicos) hablar con cariño de ellos.